Ripples in a Pond / Ondas en el laguito

There is something captivating about tossing stones into a pond or lake. Maybe it is the disappearance of the stone as it plops into the water, perhaps it’s the splash. If there are siblings or friends involved, often a contest quickly develops for who can throw their stone furthest or get the most skips on the surface. No matter what the game or number of players, the ripples in the water dance and spread out in wider circles. Even a single stone can create many ripples that disturb the surface of the water.

In today’s Gospel, we can see in action the ever widening circle of Jesus’ effect in Capernaum and Galilee. First, Jesus heals Simon’s mother-in-law. It is personal and intimate. One of Jesus’ closest disciples had a family member in need. But no stone enters the water without a rippling effect. By the evening, Jesus was healing many who were sick and in need. The following day, even though Jesus had gone off on his own to pray, the disciples still sought Him out. Together, they continued on to the different towns and villages throughout Galilee. Ripples upon ripples. 

Jesus was one person. He is God, so of course He was able to do anything. But He came to us as a defined human who still had to eat and sleep. He was one stone, splashing through the surface of the water. One stone, however, that is still creating new ripples and patterns in our lives today. 

Jesus fundamentally changed the reality of humanity when he entered the world. His Incarnation, time on earth, and culminating in his Passion, death and Resurrection, restored humanity to right relationship with God. We are able to enter heaven because of Jesus. We are able to call God Father, to communicate intimately with Him in prayer, because of Jesus. We are able to receive the Gifts and Fruits of the Holy Spirit because of Jesus. 

Just as a lake or pond changes when a stone is thrown in, the whole world changed when Jesus came into it. When we allow Him to enter our lives, we too, are fundamentally changed. And when we let Him move and work through us, we become another stone whose ripples can continue spreading out into the world around us. 

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Hay algo fascinante en lanzar piedras a un estanque o lago. Tal vez sea que la piedra se desaparece al caer al agua, tal vez sea ver cómo salpica el agua. Si hay hermanos o amigos presentes, casi siempre se desarrolla rápidamente una competencia para ver quién puede lanzar su piedra más lejos o hacer que salte más en la superficie. No importa cuál sea el juego o el número de jugadores, las ondas en el agua bailan y se extienden en círculos más amplios. Incluso una sola piedra puede crear muchas ondas que alteren la superficie del agua.

En el Evangelio de hoy, podemos ver en acción el círculo cada vez más amplio del efecto de Jesús en Capernaúm y Galilea. Primero, Jesús sana a la suegra de Simón. Es personal e íntimo. Uno de los discípulos más cercanos de Jesús tenía un familiar necesitado. Pero ninguna piedra entra al agua sin un efecto dominó. Al atardecer, Jesús estaba sanando a muchos que estaban enfermos y necesitados. Al día siguiente, aunque Jesús se había apartado para orar a solas, los discípulos lo seguían buscando. Juntos, continuaron su camino por los diferentes pueblos y aldeas de Galilea. Ondas sobre ondas.

Jesús era una sola persona. Es Dios, así que, por supuesto, podía hacer cualquier cosa. Pero vino a nosotros como un ser humano definido que todavía tenía que comer y dormir. Era una piedra que chapoteaba en la superficie del agua. Una piedra, sin embargo, que sigue creando nuevas ondas y patrones en nuestras vidas hoy.

Jesús cambió fundamentalmente la realidad de la humanidad cuando entró en el mundo. Su encarnación y Su tiempo en la tierra, lo cual se culminó con Su pasión, muerte y resurrección, restauraron a la humanidad a una relación correcta con Dios. Podemos entrar al cielo gracias a Jesús. Podemos llamar a Dios Padre y comunicarnos íntimamente con Él en la oración, gracias a Jesús. Podemos recibir los dones y frutos del Espíritu Santo gracias a Jesús.

Así como un lago o estanque cambia cuando se arroja una piedra, el mundo entero cambió cuando Jesús entró en él. Cuando le permitimos entrar en nuestra vida, nosotros también cambiamos radicalmente. Y cuando le permitimos actuar y trabajar a través de nosotros, nos convertimos en otra piedra cuyas ondas pueden seguir extendiéndose al mundo que nos rodea.

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Kate Taliaferro is an Air Force wife and mother. She is blessed to be able to homeschool, bake bread and fold endless piles of laundry. When not planning a school day, writing a blog post or cooking pasta, Kate can be found curled up with a book or working with some kind of fiber craft. Kate blogs at DailyGraces.net.

Feature Image Credit: Pixabay, www.pexels.com/photo/water-drop-photo-220213/

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