“I give you praise, Father, Lord of heaven and earth, for although you have hidden these things from the wise and the learned, you have revealed them to the childlike.”
What does it mean to become childlike? Should we return to the innocent ignorance of our childhood? Or ignore the knowledge we already have? That seems unlikely. We can’t turn back time, and Christ still calls us to learn. So how else do we access “these things” that Christ mentions in His prayer?
Christ invites us here to set aside the search for human wisdom and embrace our human littleness. Some of the most pressing questions we grapple with are questions we might never answer ourselves. “How will my life go? Where will I end up? What if I never accomplish X, or understand Y?”
But the simplicity of God is beautiful. He’s not asking us to find all the answers. Remember, He has hidden them from the wise and the learned. His message isn’t restricted to people with multiple degrees or Einstein-level genius. Who receives the wisdom of God? According to Christ, “the childlike.” The little. Those who, regardless of their knowledge or wisdom, have humility.
What if hunting for answers actually draws us away from Him?
Christ’s words call us to consider that maybe having the wisdom or the answers actually isn’t the answer. He knew that a quest for human wisdom might distance us from Him. Christ’s closest friends, the Apostles, were ordinary men – fishermen, workers; not scribes or scholars. Likewise, some of the greatest saints never received formal schooling. It was not wisdom that brought them close to Christ. It was their childlikeness, their humility.
St. Francis Xavier, whose feast day is celebrated today, stated: “With humility, all things are obtained.” He was a priest of the Society of Jesus and a close friend of Ignatius of Loyola. His words give us a simple, beautiful explanation of Our Lord’s prayer in the Gospel today.
St. Francis Xavier did attend the University of Paris for a time, but that’s not how he became a saint. He was a missionary in many countries, notably India and Japan, and it definitely wasn’t easy. St. Francis Xavier probably never knew ahead of time where he’d be sent, or what challenges he’d find on the way, or whether people would accept the Gospel. But St. Francis Xavier had childlike trust in God, and he ultimately baptized around thirty thousand converts before his death.
St. Francis didn’t rely on human wisdom to do God’s will. Rather, he embraced his littleness. He allowed God to carry his life, as a father carries a little child. Christ is calling you to do the same. Can you let go of the quest for answers? Can you let Him carry you?
St. Francis Xavier, pray for us!
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“¡Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla!”
¿Qué significa volverse como niños? ¿Debemos volver a la ignorancia inocente de nuestra infancia? ¿O ignorar el conocimiento que ya tenemos? Eso parece poco probable. No podemos volver atrás en el tiempo, y Cristo todavía nos llama a aprender. Entonces, ¿de qué otra manera podemos acceder a “estas cosas” que Cristo menciona en Su oración?
Cristo nos invita aquí a dejar de lado la búsqueda de la sabiduría humana y abrazar nuestra pequeñez humana. Algunas de las preguntas más urgentes con las que lidiamos son preguntas que tal vez nunca podamos respondernos a nosotros mismos. “¿Cómo me va a ir la vida? ¿Dónde voy a terminar? ¿Qué pasa si nunca logro esto o llego a entender aquello?”
Pero la sencillez de Dios es bella. No nos pide que encontremos todas las respuestas. Acuérdate que Él las ha escondido de los sabios e instruidos. Su mensaje no se limita a las personas con múltiples títulos o genios de nivel Einstein. ¿Quién recibe la sabiduría de Dios? Según Cristo, “la gente sencilla”. Los pequeños. Aquellos que, independientemente de su conocimiento o sabiduría, tienen humildad.
¿Y si la búsqueda de respuestas en realidad nos aleja de Él?
Las palabras de Cristo nos llaman a considerar que tal vez tener la sabiduría o las respuestas en realidad no sea la respuesta. Él sabía que una búsqueda de sabiduría humana podría alejarnos de Él. Los amigos más cercanos de Cristo, los Apóstoles, eran hombres comunes: pescadores, trabajadores; no escribas ni eruditos. Del mismo modo, algunos de los santos más grandes nunca recibieron una educación formal. No fue la sabiduría lo que los acercó a Cristo. Fue su sencillez y su humildad.
San Francisco Javier, cuya festividad se celebra hoy, afirmó: “Con humildad, todo se consigue”. Fue un sacerdote de la Compañía de Jesús y un amigo cercano de Ignacio de Loyola. Sus palabras nos dan una explicación sencilla y hermosa de la oración de Nuestro Señor en el Evangelio de hoy.
San Francisco Javier asistió a la Universidad de París durante un tiempo, pero no fue por eso que se convirtió en santo. Fue misionero en muchos países, especialmente en India y Japón, y definitivamente no fue fácil. Probablemente San Francisco Javier nunca supo de antemano a dónde sería enviado, ni cuáles desafíos encontraría en el camino, ni si la gente aceptaría el Evangelio. Pero San Francisco Javier tenía la confianza en Dios como un niño le tiene a su papá, y terminó bautizando a unos treinta mil conversos antes de muerte.
San Francisco no confió en la sabiduría humana para hacer la voluntad de Dios. Más bien, abrazó su pequeñez. Dejó que Dios llevara su vida, como un padre lleva en sus brazos a un niño pequeño. Cristo te está llamando a hacer lo mismo. ¿Puedes dejar de buscar las respuestas? ¿Puedes dejar que Él te lleve?
San Francisco Javier, ¡ruega por nosotros!
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