Thousands of years of salvation history were fulfilled with the Paschal Mystery of Jesus Christ. The long-awaited Messiah had come. So that’s it? Show’s over? Hardly.
The arrival of our Savior ushered in the last chapter of salvation history where all that was promised to God’s chosen people was fulfilled in his Son. His followers then embark on a new journey to share the Good News. We do not throw out the old for the new. Rather, the old provides a firm foundation on which to build the new. As Fr. Thomas Weinandy explains, “By contemplating Scripture within the living apostolic tradition, the Church grows, throughout the ages, in its understanding of what has been divinely revealed. Development of doctrine is this growth in understanding and expression of what has been revealed.” (Weinandy, Fr. Thomas, O.F.M. CAP. “What Does it Mean for Doctrine to Develop?” Catholic.com. May 2, 2020 para 20)
Some aspects of the Church have developed over the years in order to reflect greater wisdom and understanding of revealed Truth, but nothing new in the Church replaces or contradicts what came before it. Just as a parent’s rules for her children adapt as the child grows up, but the foundational basis of those rules remains the same – to help the child develop conscience and a moral compass. The expression of God’s guidance for us has also evolved over time, but the foundational Truth of those rules has not changed, nor can it. Our perfect Heavenly Father put His commandments in place not for His good, but for ours, and they are not ours to change.
God’s rules, His commands, His demands of us, can be seen as limits to our freedom, but they are quite the opposite. Those perfect fences actually expand our freedom. Playground builders found that in playgrounds designed without fences, children tended to stay near the center of the play space, close to their caregivers. In playgrounds that included fencing, though, children explored much a broader space, feeling safer and freer within the defined limits. God provides the playgrounds of our lives with similar limits – not barriers to our freedom, but defining how we can most fully explore that freedom.
Throughout history there have been grumblings that the Church must pull down those fences, must get with the times and accommodate shifting cultural mores. The parable of GK Chesterton’s fence reminds us that before we do away with a particular barrier, it is important to understand why it was put in place. Before any of us “relaxes one of the least of these commandments and teaches men so” in the name of well-meaning but misplaced compassion or progress, perhaps we need to have the humility to explore why God built those fences in the first place. Ultimately, when we put our trust in God’s design, our freedom will be fuller.
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Miles de años de historia de la salvación se cumplieron con el misterio pascual de Jesucristo. El Mesías tan esperado había llegado. ¿Así que ya estuvo? ¿Se acabó el show? Para nada.
La llegada de nuestro Salvador marcó el comienzo del último capítulo de la historia de la salvación, donde todo lo prometido al pueblo elegido de Dios se cumplió en su Hijo. Luego sus seguidores se embarcan a una nueva aventura para compartir la Buena Nueva. No desechamos lo viejo por lo nuevo. Más bien, lo viejo proporciona una base firme sobre la cual construir lo nuevo. Como explica el Padre Thomas Weinandy: “Al contemplar la Escritura dentro de la tradición apostólica viva, la Iglesia crece, a lo largo de los siglos, en su comprensión de lo que ha sido divinamente revelado. El desarrollo de la doctrina es este crecimiento en la comprensión y expresión de lo que ha sido revelado”. (Weinandy, Fr. Thomas, O.F.M. CAP. “What Does it Mean for Doctrine to Develop?” Catholic.com. 2 de mayo de 2020, traducción de una parte del párrafo 20)
Algunos aspectos de la Iglesia se han desarrollado a lo largo de los años para reflejar una mayor sabiduría y comprensión de la Verdad revelada, pero nada nuevo en la Iglesia reemplaza o contradice lo que vino antes. Así como las reglas de un padre para sus hijos se adaptan a medida que el niño crece, pero la base fundamental de esas reglas sigue siendo la misma: ayudar al niño a desarrollar la conciencia y una moral rectora. La expresión de la guía de Dios para nosotros también ha evolucionado con el tiempo, pero la Verdad fundamental de esas reglas no ha cambiado, ni puede hacerlo. Nuestro Padre Celestial perfecto puso sus mandamientos en su lugar no para su bien, sino para el nuestro, y no son nuestros para cambiarlos.
Las reglas de Dios, sus mandamientos, sus demandas para nosotros, pueden verse como límites a nuestra libertad, pero son todo lo contrario. Esas vallas perfectas en realidad expanden nuestra libertad. Los constructores de parques infantiles descubrieron que en los diseñados sin vallas, los niños tendían a permanecer cerca del centro del espacio de juego, cerca de sus cuidadores. Sin embargo, en los que sí tenían vallas, los niños exploraban un espacio mucho más amplio, sintiéndose más seguros y libres dentro de los límites definidos. Dios proporciona a los parques infantiles de nuestra vida límites semejantes: no barreras a la libertad, sino que definen cómo podemos explorar esa libertad al máximo.
A lo largo de la historia ha habido quejas de que la Iglesia debe derribar esas vallas, adaptarse a los tiempos y adaptarse a las costumbres culturales cambiantes. La parábola de la valla de GK Chesterton nos recuerda que antes de eliminar una barrera en particular, es importante entender por qué se puso en ese lugar. Antes de que cualquiera de nosotros “relaje uno de estos mandamientos más pequeños y enseñe a los hombres a hacer lo mismo” en nombre de una compasión o un progreso bien intencionados pero fuera de lugar, tal vez debamos tener la humildad de explorar por qué Dios construyó esas vallas desde un principio. Al final, cuando ponemos la confianza en el diseño de Dios, nuestra libertad será más plena.
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